POBRES QUE ENRIQUECEN A MUCHOS
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En 2 Corintios 6:10 Pablo presenta las credenciales de los verdaderos apóstoles de Cristo. Así como no todo el que dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos(Mt 7:21),tampoco son apóstoles aquellos que solamente lo pretenden ser. La identidad de los siervos de Dios está determinada por Dios mismo, escrita en su Palabra y debe ser expresada en la conducta de los tales. Muchas veces los más grandes parecieran ser inferiores, pues no siempre el envase representa exactamente el contenido. De ahí que Cristo alabó a una iglesia que supo probar a los que se decían ser apóstoles y no lo eran y los había hallado mentirosos (Ap 2:2).
En su segunda carta a la iglesia en Corinto, el apóstol Pablo dice de sí y de sus compañeros de ministerio, que ellos eran percibidos como pobres, pero, en realidad, vivían enriqueciendo a muchos. Ello da por sentado otra de las paradojas de la vida cristiana. Los ricos no son los que más tienen, sino los que menos necesitan. Además, hay ricos tan pobres que lo único que tienen es dinero. Para Dios, ser ricos no está definido por cuanto tesoro material hay guardado en la tierra, sino cuánto tesoro se ha acumulado en el cielo. En realidad,Dios ha elegido a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman(Stg 2:5). En el lenguaje divino, rico es aquel que tiene sus tesoros en los cielos, donde ni la polilla ni el orín corrompen y donde ladrones no minan ni hurtan (Mt 6:20). Esto es cierto, porque el lenguaje de los verdaderos ricos es el del salmista Asaf. Él dijo exponiendo sus riquezas: A quien tengo yo en los cielos sino a ti, y fuera de ti, nada deseo en la tierra(Sal 73:25).
¡Qué pobre era aquel joven rico que vino a Jesús, el cual tenía muchas posesiones! Pero Cristo le habló del camino de la perfección en términos que involucraban vender todo lo que tenía y darlo a los pobres. Al oírlo, el joven se fue de espaldas a Cristo y se llevó consigo todas sus riquezas, pero no se llevó los tesoros eternos (Mt 19:21,22). ¡Qué rico, por el contrario, era Job. Cuando su millonaria hacienda fue vulnerable al ataque feroz del enemigo, después de perder todas sus riquezas materiales, se postró y adoró así: … Jehová dio y Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito(Job 1:21).Por testimonios como estos, la Biblia nos amonesta que si se aumentan las riquezas, no pongamos el corazón en ellas(Sal 62:10).
Este contexto sirve para retomar las palabras de Pablo al decir que él y sus colaboradores se conducían como pobres, pero a la vez, enriquecían a muchos. Sus cuentas bancarias tenían este enunciado: como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.
Primero, analicemos el aspecto que mide la pobreza material:
Jesús, nuestro modelo de vida, siendo Señor del cielo y de la tierra, en su carrera terrenal dijo que no tenía ni donde recostar su cabeza (Lc 9:58). En verdad lo vimos nacer en un establo, y allí estaba su cuna, pues fue anunciado que estaría envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2:7). Su medio de transporte más común fueron sus propios pies, pues recorría toda Galilea enseñando…, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfgfermedad y toda dolencia entre el pueblo (Mt 4:23). Su aclamación como Rey de la casa de David ocurrió mientras cabalgaba en un pollino, hijo de animal de carga (Mt 21:1-9). Su entierro después de padecer la muerte de cruz fue en una tumba prestada, la cual era de José, de Arimatea (Mt 27:57-60). Y eso, que solo la usó por tres días, pues resucitó y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio (2 Ti 1:10).
Pablo, quien dijo llevar en su cuerpo las marcas del Señor Jesús, citando algunas de sus situaciones extremas en el servicio al Señor, dijo:
Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija (1 Co 4:11). Él le dijo a los Filipenses que sabía vivir humildemente (Fil 4:12 a). A esa misma iglesia le habló de sus necesidades financieras, que fueron cubiertas varias veces por ellos mismos (v. 16). También les dice a los corintios, que él conocía por experiencia propia el hambre y la sed, el frio y la desnudez (2 Co 11:27).
Ahora, en segundo lugar, un hombre absolutamente entregado a la obra misionera y que dependía de las ofrendas de las iglesias y del trabajo de sus manos para su sustento, pudo decir que aunque él y sus compañeros eran percibidos como pobres, vivían enriqueciendo a muchos. Al saberlo, me acuerdo de la expresión de Pedro en la puerta La Hermosa del templo de Jerusalén. Él le dijo al paralítico que no tenía oro ni plata, pero lo que tenía le podía dar. El poder de Dios estaba actuando en Pedro y al pronunciar la sanidad en el nombre de Jesucristo, el paralítico se levantó y anduvo, saltó y entró al templo alabando a Dios (Hch 3:1ss). Evidentemente, este tipo de pobrespuede enriquecer a muchos.
Si tuviésemos que hacer una lista de las grandes riquezas que Pablo compartió con muchos, este Eco Pastoral no haría justicia a esa necesidad. Él vivió su vida brindando la vida del evangelio a millares de personas a través de todo un imperio. Escribió más de la mitad del Nuevo Testamento. Él lo llenó todo del evangelio de Cristo (Ro 15:19). Fue el ministro de la gracia de Dios a los gentiles. Cuando el tesoro del evangelio le fue revelado, Pablo quedó absorto y dijo:¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutablessus caminos!(Ro 11:33). A la misma iglesia de Roma le enseñó que Dios es rico para con todos los que le invocan (10:12). Por tanto, hablar con el Señor es acceder a sus riquezas eternas. En verdad, hemos conocido la gracia de nuesrto Señor Jesucristo, que por amor a nosotros se hizo pobre siendo rico, para que nosotros, con su pobreza, fuésemos enriquecidos (2 Co 8:9). El apóstol de los gentiles dijo que en Cristo tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Ef 1:7). Él mencionó también que Dios quiso mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús (Ef 2:7). ¡Qué enriquecidos hemos sido a través de Cristo y de su obra expiatoria en la cruz! ¡Qué tesoro incomparable es haber sido perdonados de todos los pecados! ¡Qué caudal de ganancia imperecedera es tener el cielo como casa por tan solo creer en Cristo como Salvador! Con razón Pablo se sintió pequeño al percibir la gracia que le fue dada de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inagotables riquezas de Cristo (Ef 3:8).
La evidencia de cómo Pablo administró las riquezas de Cristo, quedó impresa en las páginas de sus cartas. Por ejemplo, él les dijo a los corintios que en todas las cosas ellos habían sido enriquecidos en Cristo, en toda palabra y en toda ciencia (1 Co 1:5). Igualmente, les testificó acerca de aquellas iglesias compuestas por hermanos en profunda pobreza en Macedonia, pero la gracia de Dios les permitió abundar en riquezas de generosidad. Por tanto, cuando ofrendaron para los santos, dieron más allá de sus fuerzas (2 Co 8:1-3). A los hermanos colosenses Pablo les dijo que Dios quiso dar a conocer las riquezas de gloria que tiene el misterio del evangelio entre los gentiles, a saber, que es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (Col 1:27).
Amados, a nuestro derredor el mundo se agrava de inhanición espiritual y fallece por una gran pobreza del alma. Nosotros, como administradores de los misterios de Cristo, tenemos el deber de dar por gracia lo que de gracia hemos recibido (Mt 10:8). En cuanto al discipulado, los ministros del evangelio debemos ser como el padre de familia que saca de sus tesoros cosas nuevas y cosas viejas (13:52). La administración de esas riquezas eternas, que las almas puedan hacerse del tesoro incomparable de Cristo y pasar la eternidad en el lugar más importante, la casa del Padre en el cielo.
Me despido por ahora, no como dueño de estos tesoros celestiales, sino como quien sabe que necesita lo mismo que administra diariamente a otros. Y les recuerdo que, desde cualquier posición humana, nuestra meta suprema es la misma del apóstol Pablo, vivir enriqueciendo a muchos con el tesoro de Cristo.
Vuestro en Él,
Pst. Eliseo Rodríguez M
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