Sexo, relaciones y noviazgos
Al convertirse un adolescente en adulto, él o ella se empieza a dar cuenta de una nueva fuerza muy poderosa en su cuerpo. Esa fuerza poderosa es el impulso sexual. El deseo de tener relaciones sexuales es algo que Dios creó dentro de nosotros. No es sucio ni malo.
El deseo sexual fue idea de Dios—no nuestra. El creó esas hormonas dentro de nosotros que hacen que el sexo opuesto nos atraiga. Las relaciones sexuales, como las diseñó Dios, son hermosas. ¡Ninguna cosa creada por Dios podría ser menos!
El impulso sexual no es pecaminoso, pero Dios nos dice que debemos controlar ese deseo. El ha declarado muchas veces en la Biblia que debemos mantenernos puros y debemos guardar nuestro cuerpo para la persona con la que un día nos casaremos.
El impulso sexual se puede comparar al hambre. No es pecado tener hambre, pero sí es pecado robar comida para satisfacer nuestra hambre. De la misma manera, el impulso sexual en sí mismo no es pecado, pero sí es pecado si satisfacemos ese deseo de la manera equivocada.
El impulso sexual como lo planeó Dios
Dios creó todos los seres vivientes con la capacidad de reproducirse. Los animales tienen un impulso sexual poderoso que une al macho y a la hembra para el coito. Sin embargo, en el caso de los animales, el impulso sexual es en ciertas temporadas. La hembra sólo recibe al macho durante el tiempo en que ella está en celo. El resto del tiempo, ella no tiene interés alguno en el coito. Aparentemente, en el caso de los animales, Dios diseñó el impulso sexual sólo con el propósito de la reproducción.
Con los seres humanos es diferente. Dios nos dio el deseo sexual tanto como el medio para la reproducción como un medio por el cual el esposo y la esposa pueden expresarse de manera más completa su amor el uno por el otro.
En realidad, hay varias maneras en que Dios nos pudo haber creado. El nos pudo haber hecho con un impulso sexual sólo en ciertas temporadas, como en el caso de los animales, pero eso sólo nos hubiera permitido disfrutar poco de las relaciones sexuales. También nos pudo haber creado con un deseo sexual constante, pero eso hubiera hecho que la vida fuera casi intolerable.
Dios tenía algo mejor para nosotros que cualquiera de estas dos alternativas. El nos creó con un deseo sexual potencial que puede ser activado al ser estimulado.
Esto significa que un esposo y una esposa pueden vivir juntos sin ser controlados por sus apetitos sexuales. Pero pueden, en el momento oportuno, estimular el deseo sexual el uno al otro.
Dentro del matrimonio, el fuerte deseo sexual que surge cuando se estimulan el esposo y la esposa se puede satisfacer legítimamente a través de las relaciones sexuales. Así lo diseñó Dios.
Pero estos mismos deseos y pasiones fuertes se pueden estimular fuera del matrimonio. Sin embargo, en ese caso, no hay ninguna solución legítima para esos deseos estimulados. Detenerse sin consumar las relaciones sexuales produce frustración, y cumplir el acto es fornicación—uno de los pecados más dañinos que puede cometer un joven. Es por eso que la Biblia nos advierte que fuera del matrimonio no debemos estimular el deseo sexual que es tan fuerte.
Podemos comparar el deseo sexual con una caldera de vapor. Cuando se activa un fuego en la caldera, el agua que está adentro se convierte en vapor. Este vapor está bajo una presión tremenda, pero viene provista de un escape apropiado. El vapor es utilizado para impulsar una turbina que produce electricidad. Sin embargo, si uno enciende un fuego en una caldera que no tiene un escape seguro para el vapor, la caldera explotará.
Las relaciones sexuales son un hermoso regalo de Dios, pero no debes encender el fuego de la pasión sexual al menos que tengas una válvula de seguridad apropiada para la tremenda presión física y emocional que resultará. La única válvula apropiada que acepta la Biblia es el matrimonio. Fuera del matrimonio, es malo estimular el deseo sexual.
Los varones son estimulados visualmente
Todos nuestros sentidos juegan un papel en la estimulación sexual, pero hay una diferencia en la manera en que los muchachos y las muchachas reaccionan. Las muchachas son estimuladas principalmente por las caricias, pero los muchachos son estimulados tanto por lo que ven como por lo que tocan.
Una muchacha que lleva puesta ropa ajustada, una blusa escotada, o una minifalda puede excitar sexualmente a un muchacho. Algunas muchachas saben eso muy bien. Saben exactamente cómo vestirse, cómo caminar, cómo sentarse y cómo moverse para estimular a los muchachos. Esto es malo, porque causa que los muchachos piensen cosas pecaminosas.
Las muchachas algunas veces tratan de justificarse diciendo: «Si los muchachos no tuvieran mentes sucias, no pensarían esas cosas». Pero la Biblia nos enseña que si nosotros hacemos que otro peque, nosotros también estamos pecando.
Ver cuadros o fotografías lujuriosas, leer revistas diseñadas para producir lujuria, escuchar música con ritmo y palabras diseñadas para producir lujuria e ir al cine para ver películas llenas de escenas de lujuria—todas éstas son cosas que «encienden el fuego» de la lujuria sexual y de la pasión. La Biblia nos advierte en contra de eso. La Palabra de Dios dice:
«Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne». Romanos 13:14
Tener relaciones sexuales nunca es una emergencia
Al tratar de comprender el deseo sexual, los jóvenes deben saber que sí pueden decirle no al impulso sexual sin sufrir ningún daño en absoluto. El deseo sexual es distinto al hambre porque uno no puede sobrevivir mucho tiempo sin comer, pero sí puede vivir indefinidamente sin satisfacer el impulso sexual y no sufrir daño alguno. Sin lugar a dudas, las relaciones sexuales son importantes, pero no son esenciales para poder disfrutar la vida. Muchas personas viven toda su vida sin relaciones sexuales, y aun así tienen vidas llenas y felices.
Algunas veces un muchacho se excita tanto a través de las caricias y otras formas de estímulo que le dice a su novia: «Ya hemos llegado hasta aquí, ¡tienes que permitirme tener relaciones sexuales contigo!» Por la forma en que lo dice, parece que algo terrible le va a suceder si ella no cede, pero eso no es cierto. Si no tienen relaciones sexuales, él no sufrirá ningún daño en absoluto. Sin embargo, no es sabio permitir que las cosas lleguen a tal punto en primer lugar.
Una palabra especial para los muchachos: El adolescente tiene deseos sexuales muy fuertes al ir madurando. Su cuerpo está produciendo miles y miles de espermatozoides. Estos espermas se acumulan en su cuerpo. Si no es casado y vive una vida de pureza, habrá momentos en que su «almacén» se llene demasiado. Dios ha diseñado el cuerpo humano para que cuando esto suceda, el exceso de semen se escape durante el sueño. Esto se conoce como emisión nocturna o sueño mojado. Esto es perfectamente normal para un joven, y no tiene por qué sentir vergüenza. Más bien, debe ser un motivo de acción de gracias al Señor por el alivio que se siente.
Lo que Jesús dijo en cuanto a la lujuria
El Señor Jesús dijo unas cosas muy fuertes en cuanto al asunto de la lujuria. Jesús dijo:
«Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón». Mateo 5:28
Jesús dijo que no es necesario cometer el mismo acto de adulterio para ser culpable de ese pecado. El dijo que si sientes lujuria por una mujer, ya has adulterado con ella en tu corazón.
David fue un gran hombre de Dios. Escribió muchos Salmos. Fue el rey más grande que tuvo jamás la nación de Israel. Pero David permitió que la lujuria lo venciera y cometió dos de los peores pecados que puede cometer una persona.
La Biblia nos dice exactamente cómo sucedió eso. Una noche, David estaba caminando en la azotea de su palacio cuando vio abajo a una mujer hermosa que se bañaba. Algunas veces uno no puede evitar ver algo por el primer instante, pero David siguió mirando hasta que el fuego de la pasión estaba ardiendo en su corazón. El mandó a traer a Betsabé, y cometió adulterio con ella.
Después de un tiempo, Betsabé mandó a decirle a David que estaba embarazada. Puesto que el esposo de Betsabé había estado lejos con sus obligaciones militares por algún tiempo, David se dio cuenta que su pecado de adulterio pronto quedaría expuesto.
Para poder cubrir su pecado y a la vez tener la oportunidad de casarse con Betsabé, David hizo arreglos para que el esposo de Betsabé fuera muerto. Luego, se casó con ella.
Aparentemente había escondido bien sus pecados de adulterio y asesinato, pero la Biblia dice que «esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová».
Dios envió al profeta Natán para confrontar a David con su pecado de adulterio y asesinato. David se arrepintió de corazón por sus pecados, y los confesó a Dios. David oró:
«Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado». Salmo 51:1-2
Por medio de esto, podemos ver que a David de verdad se le quebrantó el corazón por sus pecados. Dios perdonó a David y le restauró a la comunión consigo Mismo. Pero David siguió recogiendo las consecuencias de sus pecados. La Biblia dice:
«No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará». Gálatas 6:7
A causa de los pecados de David, Dios le dijo a través del profeta Natán que la espada nunca dejaría su casa. Eso quería decir que David tendría mucha tristeza y tragedia en su familia. Y así sucedió, tal como lo había dicho Dios a través del profeta.
El hijo que le nació a Betsabé murió. Amnón, otro hijo de David, violó a su media hermana, Tamar. Absalón asesinó a Amnón. Más adelante Absalón también dirigió una rebelión en contra de su padre y fue muerto en la batalla. Estas fueron las terribles consecuencias del pecado de David.
A través de este relato del gran pecado de David, podemos aprender dos lecciones importantes:
- Aunque podemos ser perdonados por nuestros pecados, tendremos que sufrir las consecuencias de nuestras acciones.
- Algunos pecados tienen terribles consecuencias que duran toda la vida.
Quizás tú digas: «Pero eso no me sucederá a mí». ¡Pero sí te puede suceder! David era un gigante espiritual, pero ni siquiera él fue suficientemente fuerte para vencer su lujuria una vez que había permitido que su pasión se estimulara. Tampoco tú podrás vencer tu lujuria si permites que ésta se estimule. Nadie puede continuamente buscar y permitir la excitación sexual sin caer en pecado.
Los Mandamientos de Dios con referencia a las relaciones sexuales
Para proteger el maravilloso don de las relaciones sexuales, Dios nos ha dado ciertos mandamientos. Consideremos algunos de ellos.
No causes que otros pequen.
La Biblia dice que es pecado que un hombre desee a una mujer con lujuria en su corazón. De la misma manera, es pecado que la mujer deliberadamente se vista y se comporte de una manera que cause que el hombre sienta lujuria.
No permitas que otros te hagan pecar.
Jesús dijo: «Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado» (Juan 8:34). Algunos que han caído en la inmoralidad sexual se gozan cuando logran hacer caer a otros. Hablan de ser «libres» para hacer lo que desean hacer, a la misma vez que están atados por sus pecados. La Biblia dice:
«Les prometen [a otros] libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción». 2 Pedro 2:19
Evita la fornicación.
La fornicación es cuando un hombre y una mujer no casados tienen relaciones sexuales voluntariamente. Este pecado tiene consecuencias desastrosas. La Biblia dice:
«…Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo…Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca». 1 Corintios 6:13,18
Evita los deseos sexuales anormales.
Cualquier desviación de la relación normal de hombre y mujer en la relación sexual es un mal uso y abuso de la naturaleza sexual que Dios ha implantado en nosotros. En Su Palabra Dios dice:
«Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron». Levítico 20:13
La Biblia dice que Dios destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra por su costumbre de practicar la homosexualidad. La Palabra de Dios dice que eso es una advertencia para todos los que viven vidas pecaminosas (2 Pedro 2:6).
No coquetees.
Coquetear estimula los deseos sexuales en otra persona que tú no puedes satisfacer legítimamente. No debemos encender los fuegos de la pasión en otra persona. Eso es pecado ante los ojos de Dios.
Manténte puro.
Esto significa que debes evitar toda inmoralidad sexual. No hay mejor regalo que le puedas dar a tu futuro esposo o esposa cuando te cases que el regalo de la pureza. Lo mismo es cierto en el caso de los muchachos como de las muchachas.
No des ni tomes lo que un día le podría pertenecer por derecho a otra persona.
Una de las cosas tan malas de la fornicación es que los que cometen ese pecado están dando o tomando algo que un día le podría pertenecer por derecho a otra persona. El muchacho que cede su pureza le está quitando a su futura esposa algo que le pertenece por derecho a ella. La chica que cede su pureza está defraudando a su futuro esposo de lo que por derecho le pertenece. Sus compañeros son igualmente culpables. Dios juzgará a los que hacen eso. La Biblia dice:
«Que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto». 1 Tesalonicenses 4:6
Evita las cosas que encienden la lujuria.
La Biblia nos advierte de los peligros de estimular y excitar los deseos sexuales fuera del matrimonio. La Biblia dice:
«Huye también de las pasiones juveniles». 2 Timoteo 2:22
La manera de «huir de las pasiones juveniles» es darle la espalda totalmente a cualquier cosa que conduce a la lujuria. La lujuria podría parecer inocente, pero es un enemigo mortal.
Supongamos que un muchacho tenga compromiso para salir con una chica en la noche. Antes de ir por ella, lee una revista que está diseñada para producir lujuria. Mira las fotografías que estimulan su deseo sexual. Escucha un cassette que tiene palabras y un ritmo que producen lujuria. Pasa por su novia y la lleva al cine. ¿Adivina qué clase de película la llevará a ver?—Una llena de lujuria, diseñada para excitar las pasiones sexuales. ¿Está huyendo de las pasiones juveniles ese joven? No, más bien las está promoviendo.
Después de la película, se van a un parque solitario. Ambos han sido excitados por lo que han visto y escuchado. Empiezan a acariciarse y dentro de poco tiempo están involucrados en relaciones sexuales. ¿Deben sorprenderse por eso? No, no deben sorprenderse. Es el resultado lógico de todo lo que sucedió antes. La Biblia dice:
«¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?» Proverbios 6:27-28
Así como no puede uno andar sobre brasas ardientes sin quemarse, tampoco puede continuamente buscar y permitir la excitación sexual sin caer en pecado.
Las relaciones sexuales son un don maravilloso de Dios
Las relaciones sexuales son un don maravilloso de un Dios amoroso. Dan vigor al matrimonio y sabor a la vida. Son una experiencia tan excitante que permiten que el esposo y la esposa verdaderamente sean uno solo. La Biblia dice:
«Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne». Efesios 5:31
Esta unión incluye más que la simple unión física. Es la unión de dos personas—en cuerpo, alma y espíritu. Se disfrutan al máximo las relaciones sexuales cuando tanto el esposo como la esposa son cristianos, y por lo tanto son «uno en el Señor». Cuando este es el caso, experimentan una unidad que va más allá de cualquier otra cosa en el mundo.
Dios ha bendecido las relaciones sexuales dentro del matrimonio. En Su Palabra Dios dice:
«Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre». Proverbios 5:18-19
Puedes ver a través de estos versículos que Dios sin duda está a favor del romance en el matrimonio. A Dios le agrada mucho ver un matrimonio gozoso y un hogar feliz. Si tú llegas a estar casado por cincuenta años, Dios desea que tú y tu cónyuge tengan cincuenta años llenos de amor.
Suponiendo que llegues a estar casado por cincuenta años, tu línea del tiempo se parecerá al dibujo de abajo.
Considerando el tiempo relativamente corto del noviazgo y el tiempo largo del matrimonio, seguramente es para tu propio bien esperar el tiempo y las circunstancias de Dios.
Supongamos que un tío rico te prometiera un regalo de diez mil pesos cuando cumplieras tus dieciocho años. Además, supongamos que cuando te los diera, te animara a gastar el dinero con cuidado prometiendo que la cantidad que aún tuvieras ahorrada al cumplir los 21 años ¡te la daría mensualmente por el resto de tu vida!
Con una promesa como esa, serías un joven sabio al no gastar tu dinero en tonterías. Más bien, esperarías el tiempo en que obtendrías más por más tiempo.
Esto se aplica al don maravilloso de las relaciones sexuales. Puedes «gastarlo todo» en el placer momentáneo y cosechar amargura por tu pecado, o puedes esperar el tiempo correcto y disfrutarlas al máximo por el período de tiempo más largo posible.
Para resumir lo que estamos diciendo: No debes sacrificar los beneficios a largo plazo de las relaciones sexuales a cambio del placer momentáneo de la excitación sexual.
Cuida tu corazón.
No es fácil ser paciente—queremos las emociones ahora mismo. No es fácil «guardar tu corazón». No es fácil negar tu apetito sexual. No es fácil evitar los sentimientos de envidia al mirar a los que parecen estar disfrutando la emoción de las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Pero el camino de Dios es el mejor.
Como el autor de estas lecciones, ¿me permites compartir contigo un testimonio personal? En este año mi esposa y yo hemos cumplido 59 años de casados llenos de amor y esperamos pasar más años juntos. Dios nos ha dado seis hijos, y hemos pasado muchos días felices.
También hemos vivido tragedias—nuestro hijo mayor fue muerto en un accidente cuando tenía sólo siete años.
Estábamos muy enamorados cuando nos casamos, pero nuestro amor se ha profundizado y fortalecido a través de los años. Mi esposa tiene una hermosura especial que sólo tiene una mujer cuando está enamorada de un hombre, y es amada por el hombre que ella ama.
Muchas veces mi esposa y yo le hemos dado gracias a Dios que nos guardamos el uno para el otro y no jugamos con las relaciones sexuales antes del matrimonio. Seguimos siendo novios—¡nos gusta tomarnos de las manos! Es fantástico estar tan enamorados el uno del otro durante todos estos años.
Quizás tú digas: «¡Eso es hermoso!» Sí, lo es. Así lo planeó Dios. ¡Así desea que sea tú matrimonio!