Efectos de la pandemia El dilema del “pasaporte COVID”: ¿una solución o una instancia de discriminación?
Quienes los apoyan sostienen que serviría para relanzar la economía. De la vereda de enfrente afirman que la medida implica problemas éticos.
Para algunos, los pasaportes COVID son la manera de recuperar la tan deseada actividad económica y social de una forma segura.
Del otro lado, hay quien opina que otorgar más o menos derechos en función de si se está o no vacunado es discriminatorio, y que no se dispone de suficiente evidencia científica sobre la eficacia de las vacunas como para dar más libertad a aquellos que la han recibido.
El pasaporte COVID es mencionado como una posibilidad que podría ayudar a relanzar la economía. Foto Shutterstock
Con los test de antígenos se empezó a pensar en documentos que certificaran que su portador había dado negativo. Y con las vacunas se ha empezado a hablar ahora de los pasaportes vacunales.
En la UE se están llevando a cabo debates entre los 27 países sobre normas comunes para el reconocimiento mutuo de certificados de vacunas, pero no existe una posición común.
Antecedentes
El pasaporte COVID es “una aplicación basada en blockchain para guardar certificados de vacunación o de tests en un dispositivo. La aplicación certifica su validez y genera un código QR que el operador de un servicio lee para verificar que el usuario cumple con los requisitos para disfrutarlo”, explica Santiago Álvarez de Toledo, responsable para España y Portugal de International SOS, una compañía que ha desarrollado AOKPass, uno de estos pasaportes, que ya están probando aerolíneas como Air France y 675 aeropuertos de 21 países.
Según algunos, el pasaporte COVID ayudaría a recuperar la economía global. Foto: REUTER
La idea de estos pasaportes sanitarios nació durante la primera ola, y precisamente “vinculados a la necesidad de recuperar los viajes, en especial, los de negocios”, dice Álvarez de Toledo.
El 27 de abril de 2020, nueve países de la UE ya dijeron que se necesitarían reglas de viaje “homogéneas”, y el entonces ministro de Turismo croata, Gari Cappelli, fue más allá y pidió un protocolo común sobre viajes, incluido el llamado “pasaporte COVID-19”. En enero, la IATA presentó Travel Pass, su propio prototipo.
Respecto a este tipo de documentos, se han planteado tres posibles escenarios. El primero, cuando no existían las vacunas y solo se podía detectar la presencia del virus mediante una PCR, se habló de la posibilidad de crear pasaportes de inmunidad que certificaran que una persona había tenido COVID y que tenía anticuerpos.
Se descartó, tal y como se explicaba en un artículo publicado en The Lancet , por dos motivos: esto no es siempre así y se temía que provocara que hubiera gente que decidiera infectarse voluntariamente. Una cosa es un certificado de vacunación que incentiva que la gente se vacune y otra muy distinta uno de inmunidad que lo que incentiva es la infección, decía ese artículo.
Hay debates respecto a si el pasaporte COVID podría suponer una instancia de discriminación. Foto: EFE
En opinión de Albert Agustinoy, socio de Propiedad intelectual e industrial, medios y protección de datos del estudio Cuatrecasas, una iniciativa como esta “tiene pocas posibilidades de prosperar si no se pone en marcha de forma coordinada, se estandariza y se establece de forma clara quién y bajo qué circunstancias y con qué finalidad se puede tener acceso a esta información”.
La ministra española de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, ha asegurado que “el gobierno está trabajando en instrumentos para garantizar una movilidad segura cuando sea posible”, tanto a nivel nacional como “en el seno de la Unión Europea y en coordinación con otros países”.
Por otra parte, el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) ha mostrado sus dudas respecto a los pasaportes COVID por las “insuficientes evidencias sobre la eficacia de las vacunas en la reducción de la transmisión” del virus.
Sin embargo, el ECDC matizó que “apoya los certificados de vacunación” que documenten quién ha sido inmunizado, cuándo y con qué vacuna, pero exclusivamente con “fines médicos”, como una manera de monitorear cómo se desarrolla la vacunación.
Es la misma opinión que expresó la OMS, que a las reticencias científicas le añadió también las éticas. Esta organización cree que de introducirse estos pasaportes, el desigual reparto de las vacunas en el mundo haría que los ciudadanos que no están teniendo acceso a ellas verían “obstaculizada injustamente” su libertad de movimiento.
La mayoría de los gobiernos piensan en los pasaportes circunscritos a la recuperación del sector de los viajes y el turismo. Pero este no ha sido el único sector perjudicado por la pandemia, y puede que restaurantes, locales de ocio y culturales o estadios deportivos consideren que esta puede ser la solución para reactivar sus negocios.
La restricción de los derechos individuales que puede suponer el no estar en posesión de uno de estos pasaportes es, precisamente, uno de los mayores problemas que Agustinoy ve para su adopción.
“Saber si una persona está vacunada o no es una información sensible, cuya utilización debe regirse por los principios de proporcionalidad y de necesidad. Hay que definir muy bien quién y cómo se puede usar, de lo contrario se puede producir una discriminación no deseada”, dice este abogado.
“Si comporta una limitación de derechos tiene que existir un desarrollo legal que lo permita”, añade Agustinoy.
Dicho de otro modo, un restaurante o un teatro no pueden decidir por su cuenta que, para acceder a sus instalaciones, hay que estar en posesión de un pasaporte sanitario. “Además –recuerda Agustinoy– el RGPD establece que con datos considerados muy sensibles, el consentimiento expreso del afectado no es respaldo legal suficiente”.
Por otro lado, “habrá que definir qué se entiende por estar vacunado. ¿Dos dosis o una? ¿De cualquier vacuna? Y vigilar que no se emplee para usos no deseados. ¿Qué pasa si una compañía aseguradora usa la información para denegarnos una póliza? ”, se pregunta Agustinoy.
La privacidad de la información contenida en estas aplicaciones es otra de las preocupaciones. En este sentido, Álvarez de Toledo explica que esta está garantizada “porque la encriptación vía blockchain se realiza de extremo a extremo, y no se guarda nada en la nube, ni en ningún servidor. Todo queda almacenado en el dispositivo del usuario”.
Para Agustinoy, “con la invocación del blockchain no basta. Hay muchos y ya hay gente que es capaz de desencriptarlos”, asegura.
Por Albert Molins Renter – La Vanguardia