Quiero adoptar… ¿por dónde empiezo?
Martita es una niña de siete años con una discapacidad leve que anhela el amor de una familia. Un día, la noticia que tanto esperaba por fin llegó; poco tiempo después, Martita pudo salir del orfanato tomada de la mano de una mujer que deseaba ser su mamá y que la llevaba a una casa la cual soñaba que fuera su hogar.
A las pocas semanas la vi regresar, con su cara desconcertada, sin entender lo que estaba pasando. Ella solo sabía que estaba retornando al lugar donde vivió antes de que su sueño fuera hecho realidad. La mujer que la había adoptado la estaba devolviendo al sistema de protección porque no podía ser su mamá.
Recuerdo haberme enojado con esa persona; la critiqué al ver el daño causado en Martita, quien estaba desilusionada y profundamente triste. Sin embargo, tras años de trabajar en el cuidado al huérfano, he comprendido que todos podríamos llegar a ser esa persona que antes juzgué. Aunque nos gusta pensar que nosotros jamás haríamos algo así, la realidad es que el proceso de adopción puede ser increíblemente frustrante, desgastante, y difícil para nuestras limitaciones humanas y corazones engañosos.
En el 2019, el Diario Perfil, de Argentina, publicó que el 20% de los niños, niñas y adolescentes entregados a una familia adoptiva en ese país eran devueltos. Las razones son múltiples y los cristianos no están exentos. Por eso debemos comprender que la preparación del corazón para la adopción es más importante que tener toda la información sobre el proceso de adopción. Como cristianos sabemos que cualquier servicio al huérfano no debe realizarse por emociones, sino por convicciones centradas en el mensaje por el que somos salvados y transformados: el evangelio.
La preparación del corazón para la adopción es más importante que tener toda la información sobre el proceso de adopción
1. Evalúa tus motivaciones y expectativas
Antes de recibir a un niño en casa, debes reconocer cuáles son tus razones para hacerlo y qué es lo que esperas de la adopción. Sé honesto con alguien que sepa del tema o haya adoptado; capacítate en trauma y en la niñez de orígenes difíciles.
Es común que la adopción se idealice, o se considere un simple “plan B” o un premio de consolación tras la infertilidad. Escuchar la realidad de este proceso te confrontará, te formará para saber cómo continuar, y te guiará al Señor.
“Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
Y guíame en el camino eterno”, Salmos 139:23-24.
Probablemente, reflexionar en tus motivaciones y expectativas te llevará al arrepentimiento y a profundizar tu fe. ¡Gloria a Dios por eso! El propósito de la evaluación es permitir que el Señor dirija tu andar y que tus acciones den gloria a Él.
Para la adopción necesitarás estar en el camino: Cristo. Cuando tus expectativas fallen, tus motivaciones se desvanezcan, o la emoción del inicio se convierta en frustración y cansancio, necesitarás recordar la gracia y el amor del Padre manifestado por medio de Cristo.
2. Conoce el consuelo del evangelio
La orfandad es una condición vulnerable que puede incluir las experiencias más dolorosas de la humanidad: abandono, negligencia, separación, temor, trauma y —en algunos casos—, diferentes tipos de maltratos. Por lo tanto, la adopción es un medio por el que dos o más vidas se unen para acompañarse en el dolor de este mundo caído con la esperanza de restauración.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios”, 2 Corintios 1:3-4.
En estas palabras de Pablo —escritas mientras sufría persecución por ser apóstol— podemos ver el principio de consolación de Dios a los que sufren. Asimismo, observamos que para poder acompañar a una persona vulnerable en su dolor, debemos conocer ese consuelo primero. Esto nos lleva a recordar nuestra condición delante de la cruz: rotos, necesitados de un Salvador, rescatados, y adoptados por gracia a pesar de nuestra condición. Así como tú y yo hemos necesitado de esa gracia, los niños que lleguen a tu casa la necesitarán.
La adopción es un medio por el que dos o más vidas se unen para acompañarse en el dolor de este mundo caído con la esperanza de restauración
Podremos ser pacientes y caminar en el dolor del otro cuando hayamos reconocido nuestra condición vulnerable y experimentado el consuelo divino.
3. Vive en la luz
La adopción revelará lo que habite en tu corazón, incluyendo tus ídolos, tus temores, y tu verdadera teología. No intentes ocultar lo que descubras.
“Porque antes ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor; anden como hijos de luz. Porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad”, Efesios 5:8-9.
David McCormick, Director Ejecutivo de la Alianza Cristiana para los Huérfanos (ACH), explica que las verdades que los padres ocultan o las mentiras que inventan, aun cuando son por “buenas intenciones”, crean heridas profundas en la vida de los hijos. ACH ha observado este patrón en las familias adoptivas, especialmente en Latinoamérica. Antes de adoptar, considera tu vida cristiana y pregúntate: ¿realmente amas vivir en la luz?
Tus hijos necesitarán escuchar y hablar la verdad sobre su historia, su condición, y de la esperanza real que tienen en Cristo. Para esto necesitas exponer tu propio corazón, tus motivaciones, y tus acciones. Practica y vive en la libertad de la verdad.
La adopción revelará lo que habite en tu corazón, incluyendo tus ídolos, tus temores, y tu verdadera teología. No intentes ocultar lo que descubras
4. Busca sabiduría en la comunidad
En su libro Adopted for Life, el Dr. Russell Moore escribe que: “El deseo [de adopción] no significa que la decisión esté hecha. La sabiduría es necesaria, como en todas las cosas, ‘Los proyectos con consejo se preparan, y con dirección se hace la guerra’ (Pr. 20:18)”.[1] Comparte con tus pastores y hermanos en tu iglesia sobre tus anhelos, motivaciones, y expectativas de la adopción. Pídeles que te apoyen en oración y escucha su consejo.
“Más bien, al hablar la verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo, estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen, conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor”, Efesios 4:15-16.
En la iglesia creces; ahí es donde eres formado y dirigido a la Cabeza, que es Cristo. El proceso de adopción no es motivo de aislamiento… ¡todo lo contrario! La adopción requiere unidad. La comunidad que te abraza en el presente será trascendental para tu hijo en el futuro. Algunos de ellos compartirán su aprendizaje de experiencias similares, otros te apoyarán emocionalmente, otros estarán pendientes de las necesidades materiales, otros serán mentores de tu hijo… todos serán la familia que tanto tú como tu hijo necesitarán.
Hijos elegidos
Como David Platt escribe en su libro Sígueme, “la adopción comienza con la iniciativa de los padres, no con una idea del niño”.[2] Podemos ver esto en nuestra propia adopción en Cristo (Ef. 1:4-6): Dios nos escogió antes de la fundación del mundo por su voluntad. Esa adopción es completamente perfecta. En Cristo no hay opción de ser devueltos a la orfandad.
Desde el momento que has considerado la adopción, el proceso ha iniciado. Si estás interesado en la adopción, ora, profundiza en la verdades del evangelio, infórmate sobre la orfandad y la niñez vulnerable, rodéate de personas que te dirijan constantemente al Padre perfecto. Prepárate así para reflejar el amor incondicional de Cristo a través de la perseverancia, perdón, paciencia, y presencia en la vida de tu hijo.