El lado oscuro de TikTok, el rey chino de los vídeos relámpago

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La aplicación alcanza 500 millones de usuarios, pero su origen genera dudas sobre la seguridad de los datos y la libertad de sus contenidos

Al hacer clic, la pantalla del teléfono se convierte en una sucesión interminable de vídeos, la mayoría de menos de 15 segundos. La aplicación se llama TikTok y es probable que usted sea uno de los 500 millones de usuarios —más que Twitter y Snapchat, poco menos que la suma de ambas— repartidos por todo el mundo. 2019 ha hecho de TikTok un fenómeno global. Es la primera plataforma china en lograrlo, otro síntoma más de la vertiginosa velocidad a la que avanza la innovación tecnológica del país. Su nacionalidad también es el motivo de que, en paralelo a su éxito, comiencen a despertarse voces preocupadas por la seguridad de sus datos y la libertad de sus contenidos.

Todo lo anterior ha convertido a TikTok en una máquina de hacer dinero: la misma agencia cifra el aumento anual de sus ingresos en un 521%. Solo es posible recurrir a datos de terceros porque la empresa “no hace públicas sus cifras comerciales”. La publicidad es la base de su modelo de negocio. “Un esquema complicado”, explica Jeffrey Towson, profesor en el programa MBA de la Universidad de Pekín, “porque para obtener beneficios es necesario un volumen de tráfico enorme, miles de millones de visitas”. TikTok las tiene.

La aplicación está disponible en 150 países y la India es su principal mercado

El auge de la plataforma, además, subraya la pujanza tecnológica del gigante asiático. “Toda la innovación en el negocio del consumo viene desde China, no de Silicon Valley. Casi 10 años después de la muerte de Steve Jobs, lo único que Apple puede ofrecer son sus AirPods: ¡auriculares! Mientras tanto, el gran proyecto de futuro de Facebook es una plataforma de pagos digital, algo que Ant Financial [filial de Alibaba, propietaria de AliPay] ya lleva años haciendo”, apunta Towson. “Aquí, en cambio, aparecen nuevas apps cada mes. Si revisas las 100 más descargadas en la Google Store de la India, por ejemplo, al menos 40 son chinas. TikTok solamente es la primera que se ha ganado la atención de Occidente”. Jeongwen Chiang, profesor de marketing en la escuela de negocios China-Europa (CEIBS), no duda: “China es, de lejos, el país más avanzado en cuestiones digitales”.

El éxito de TikTok ha hecho de ByteDance, su empresa creadora, una de las start-ups más atractivas del mundo: su última ronda de financiación, llevada a cabo en agosto de 2018, elevó su valor a 67.000 millones de euros. Los últimos rumores hablan de una posible salida a Bolsa en Hong Kong en el primer trimestre de este año. ByteDance empezó su andadura con un agregador de noticias, Jinri Toutiao, que recurría a la inteligencia artificial para adaptar sus contenidos al usuario. Pero su director general, Zhang Yiming, pronto reorientó sus intereses. “En el sector de los contenidos, el texto y las fotos han evolucionado hacia el vídeo. Cada vez es mayor el contenido que generan los propios usuarios”, declaraba entonces. Con esta idea en mente, en 2016 lanzó Douyin, una aplicación de vídeos cortos que consiguió 100 millones de usuarios en menos de un año.

Un año más tarde, ByteDance compró por 1.000 millones de dólares Musical.ly, una app similar y muy popular entre los adolescentes estadounidenses. En opinión de Chiang, este movimiento fue clave. “Aunque ambas eran empresas chinas con un producto parecido, Musical.ly había sido muy bien recibida en el extranjero mientras que Douyin dominaba el mercado doméstico”, señala. De esta sinergia surgió TikTok.

En diciembre el ejército americano prohibió a sus soldados abrir una cuenta en esta red social

Pero Douyin no desapareció. TikTok y Douyin, plataformas similares, conviven —aunando 1.000 millones de usuarios— de manera paralela. La primera, solo accesible en extranjero. La segunda, dentro de China, para cumplir con la política de censura que impone el Partido Comunista. Este vínculo es la fuente de muchas preocupaciones, relacionadas tanto con la seguridad de los datos de sus usuarios como con su respeto a la libertad de expresión.

En diciembre pasado, el Ejército de EE UU prohibió a sus soldados tener cuenta en la app, argumentando que su uso podría representar una amenaza para la seguridad nacional. Los senadores Tom Cotton y Chuck Summer llamaron a los servicios de inteligencia a evaluar la actividad de TikTok, aduciendo que podría ser forzada a “apoyar y cooperar con operaciones de inteligencia controladas por el partido” ya que “las empresas chinas no tienen medios legales para rechazar las demandas del Gobierno”. ByteDance respondió con un comunicado en el que establecía que sus servidores están localizados en los países en los que la app está disponible. Los responsables de la empresa, no obstante, se negaron a comparecer frente a un comité de congresos encargados de examinar los vínculos de la industria tecnológica con China.

Las sospechas encuentran apoyo en los precedentes: este mismo año, TikTok accedió a pagar una multa de 5,7 millones de dólares por captar de manera ilegal datos personales de menores en su plataforma. Asimismo, en una carta abierta publicada en 2018, su director general se comprometió a “profundizar en la cooperación” con el Partido Comunista con vistas a promover sus políticas. La aplicación ya ha tenido que lidiar con vetos temporales en la India, Indonesia y Bangladés.

Bloqueos polémicos

Un segundo motivo de desconfianza es la política que aplica a la gestión de sus contenidos. TikTok ha bloqueado vídeos que denunciaban la vulneración de derechos humanos en China, en par­ticular en lo tocante a la situación de la etnia uigur en la provincia de Xinjiang, donde más de un millón de personas son víctimas de encarcelamiento masivo. Es muy conocido el caso de Feroza Aziz, una adolescente estadounidense cuya cuenta fue bloqueada en noviembre tras compartir un vídeo sobre el tema, encubierto como un tutorial de maquillaje, que pronto se hizo viral. La plataforma adujo después que se había tratado de un error humano relacionado con una publicación anterior.

“La fortaleza de este tipo de redes sociales reside en que es muy sencillo escalar los contenidos porque son creados por los propios usuarios. Pero eso genera un problema de supervisión”, expone Towson, “porque si no existe un control sobre estos contenidos, la calidad bajará y los usuarios acabarán yéndose”. Esta intervención es particularmente difícil cuando el contenido consiste en vídeos “porque, a diferencia del texto, los algoritmos no pueden operar de manera autónoma”.

La clave, en su opinión, está en la fina línea que separa precaución de censura. “Twitter lo hace, YouTube lo hace: todos lo hacen. La cuestión es si el usuario confía en la persona que lo hace. Si aspiras a ser una empresa internacional que supervisa contenidos por todo el mundo, debes salir de tu oficina, darte a conocer y ganarte la confianza de la gente. El mayor problema de TikTok es, en definitiva, la transparencia”. En la pantalla de 500 millones de teléfonos, mientras tanto, siguen reproduciéndose vídeos cortos.

 

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